sábado, 4 de agosto de 2012

Moment


La habitación era grande, lo suficiente como para que le diera la sensación de que un mundo cabía allí dentro. Las paredes blancas mezclaban una amplia mesa color azul en la que había una botella de vino dorado que parecía olvidada por alguien hace tiempo, una pila de libros que reposaba sobre una estantería color negro, y una mesa de dibujo cubierta de papeles que hacían imposible distinguir dónde empezaba y dónde terminaba. Había también algún que otro poster sobre las paredes que invitaban a pensar que, en aquella estancia, todo lo exterior era ajeno, el lugar y el tiempo se detenían, no existían; solo algún soplo de aire que se colaba por el balcón entreabierto le devolvía a la realidad. Estaba apoyada sobre el marco de la puerta de un modo un tanto extraño, como si tuviera miedo de que el color verde le tiñera las manos.  

- ¿Sabes? Me da absolutamente lo mismo todo lo que estás diciendo.

- Creía que te interesaba, que simplemente querías contarme qué te ocurre, cómo eres.

- ¿Ves esa pared? Lo único que quiero ahora mismo es que tus uñas rasguen la pintura y que mientras me muerdas los labios de tal forma que las mías acaben clavadas en el mismo lugar. Solo una vez. Solo sin pensar. Ya tendremos tiempo de hablar de mí y de ti también. Si quieres. Si te atreves. Si me dejo…


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