Solo aquí pude encontrar Via Maggia, aunque fuese la calle con menos magia
del mundo. Los versos y las estrofas me bañaron, me mecieron, se encarnaron en
mí donde existe Via dè Poeti. Aquí, donde entré con el amanecer en Via dei
Ruini y siempre salí con una sonrisa. Piazza Maggiore, que nunca ha llegado a
albergar tantas sensaciones, tantos domingos, tanto sol, tanta nieve, la
grandeza de la pequeña ciudad; y a su lado, como no, siempre leal, Piazza Nettuno,
donde aprendí que tanto las fuentes como la vida pueden tener perspectivas
diferentes. Mientras, Sala Borsa siempre
era un mar de gentes, de idas y venidas ávidas de palabras, de refugio, de
consuelo de cuerpo y mente. Aquí, un café, una canción y un domingo por la
tarde en paz, en soledad, en Piazza San Domenico. Recuerdo también sentir el
calor, el perfume de la ciudad en Via d’Azeglio.
Via Barbieri fue cine, fue cariño, fueron sonrisas. Cómo olvidar Borgo di
San Pietro, tantas noches, tantas historias para dormir y no dormir, tantas
fiestas, algo tan clásico. O Filippo Re, donde los nervios y la desgana
atesoraban conocimiento. Y qué decir de San Vitale, donde la pizza se saborea
hasta el último mordisco. Tal vez perderse alguna noche cualquiera con una
cerveza en la mano por el Pratello. Quizás pasear por Via Goito, recordando
fotos bajo las flores y helados una tarde de domingo. Dejarse envolver por lo
antiguo en Santo Stefano de vez en cuando.
Me acuerdo de Via Cartoleria, el olor, la pasión de Shakespeare que me
embriagó una tarde. También de tantas y tantas noches en las que deseé tu boca
en Via Castel Tialto. Y Via Marsala amplia y solitaria, perfecta para perderse
entre las melodías y los libros antiguos. Me cuesta arrinconar Via Mentana, donde
te besé en una esquina y se me quedó grabado. Empaparme de colores, olores y
sabores tan diversos que era una gozada perderme en Clavature.
Siempre quedará esa calle que siempre me recordó a Amelie, Via delle
Moline; o el Mercato dell erbe, donde me dejaba envolver por el olor de la
fruta y la verdura fresca. Recorrer tantas y tantas veces Via Monte Grappa, donde
vi nevar y vi llover como en ningún otro sitio en la ciudad; o en Riva di Reno,
con su extraño trazado destartalado. El día que me crucé con tu mirada sin ni
siquiera conocernos en San Felice. Salir de la ciudad encontrando mil cosas
diversas a mi paso por Via Castiglione.
Rayos de sol y
tragos en el Giardini Margherita. La magia de ver como amanece
la ciudad, como los comercios abren y la gente da los buenos días silenciosamente
en Strada Maggiore. Vida, historia, noche y saber resumidos en Zamboni.
Preguntarme mil veces por qué Piazza della Pioggia no tiene un cartel con lo
bonita que es cuando cae la lluvia.
Luego está Verdi que es tarde, es cerveza, es lo alternativo, lo diverso,
la Scuderia, el café después de cualquier clase, el saber, el alcohol y la
mezcla variopinta de cualquier cosa que pudiese imaginar.
Imposible de olvidar Belvedere; demasiados cafés, demasiadas historias y
visiones, besos contra los portales, sueños y estados de ánimo, sentimientos,
amistad… demasiadas cosas para una calle.
Existen y existieron cientos de ciudades, de rincones, de lugares; no
obstante San Gervasio siempre fue casa. Casa, como cuando en el escondite dices
casa y nada malo puede pasarte. Puesto que allí se escribieron canciones, se
escribieron versos, se escribieron cartas, se sacaron sonrisas, se derramaron
lágrimas amargas, se callaron amores, se empapó de sexo, se vivió la muerte, se
celebró que estamos vivos, se creció, se entendió la soledad, se compartieron
los problemas… Era vivir. Era la vida.
Y un día, perdiéndome entre tantas y tantas calles no pude evitar
preguntarme si aquellas calles olvidadas que un día inventé como refugio me
habían encontrado sin yo saberlo. Entonces, en lo más alto de la más alta
torre, por un momento entendí que la libertad no dependía de aquel lugar, de
sus tejados rojizos y su gente amable. Vine aquí buscando la libertad y ella me
descubrió en mi misma.
Ahora puedo continuar con mi vida, ahora más que nunca tengo la certeza de
que vaya donde vaya soy libre.
Bologna, 12 de junio de 2013