domingo, 24 de febrero de 2013

Entonces, sonreirás.



Hasta lo más sencillo es complejo. Cada momento parece el fin de todo y el principio de nada. Todo parece más fácil si cambias de ciudad, si empiezas de cero, pero la clave de todo está en ti. Parece que todo sea estático, que todo sigue como siempre y que nada vaya a cambiar, que estás hastiada de la realidad, de tú realidad. Buscas fuera lo que no tienes dentro. Y piensas. Y recuerdas. Y entonces, con tiempo, entiendes.

Recuerda, por ejemplo, una noche. ¿Hay muchas noches en tu vida verdad? Buenas. Malas. Aquella noche en que lloraste a escondidas porque las cosas no eran como esperabas. La noche en que hiciste aquello que pensabas que jamás te atreverías. La que sentiste que perdiste algo que jamás ibas a recuperar. O la noche tranquila de la que no esperabas nada y acabaste de madrugada sin poder parar de reír. La noche que no te separaste de su lado, pensando que era la última vez que lo verías. Esa noche en la que tal vez no era lo apropiado pero no podías dejar de recorrer sus labios.

Bien, ¿las recuerdas? ¿Tienes esas noches? Recuerda cómo te sentiste, lo que aprendiste, lo que perdiste, lo que ganaste. Eres frágil, pero tienes la capacidad de recomponerte. Un día pensaste que ese momento se te escapaba entre los dedos, esos labios, esas palabras, esos amigos. Con el tiempo viste que podías encontrar y encontraste otros momentos, labios, palabras y amigos diferentes, mejores y peores, pero que te hicieron pensar en que otra cosa era posible, te hicieron sentirte viva.

Tal vez te sientas perdida o desilusionada, como otras veces, pero piensa que cuando menos lo buscaste el camino terminó por encontrarte.  Disfruta de las pequeñas cosas y saborea las pequeñas ilusiones, pues solo así llegará el momento en que te darás cuenta de que son las noches pasadas y presentes (todas sin excepción) las que te muestran que estás viva. Entonces, sonreirás.


A ti, que me has curado enseñándome que era yo quien tenía que curarme a mí misma.

martes, 12 de febrero de 2013

Click



Me mira a los ojos fijamente y siento como algo se despierta dentro de mí, como un botón cuando hace “click”. Intento apartar la mirada pero creo que ya es demasiado tarde.

Me ha atrapado.

Ese “click” ha encendido la mecha y mi cuerpo es ahora mismo un almacén hasta los topes de pólvora. Probablemente acabemos volando en mil pedazos. No me importa. Sus labios rojos son un imán del que debería de alejarme, pero ya se sabe: pase lo que pase los polos opuestos se atraen, es inútil oponer resistencia.

Sonríe por encima de su abrigo, con esos ojos capaces de mirar con deseo y con cariño a partes iguales. Mis músculos se derriten y se prenden…

Vuelve a mirarme, me tiende la mano provocándome y yo… yo estoy dispuesta a dejarme a arrastrar hasta ese lugar desconocido y en apariencia oscuro. La curiosidad por saltar al precipicio me devora.

Saltemos.

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