Desordenando la felicidad
me encontré con la vida.
Ajo
Abre los ojos. La mira fijamente, la mira y se ríe. Sonríe. Suena una
canción que la golpea desde la primera nota, esa canción indicada para el
momento preciso. La abraza y aprovecha para darle un beso en el cuello. La palabra "suerte" vuelve a salir de su boca de niña. Y rueda
sobre ella, dispuesta a pasar el máximo tiempo posible jugando a la
imposibilidad de levantarse de esa cama.
Cierra los ojos. Siente. Piensa y
siente. Los daños, las heridas. Lo bueno y lo malo. Por arte de magia todo se
ha esfumado. No puede ser verdad. Se inquieta. Escucha a lo lejos cómo el miedo
golpea a la puerta.
Abre los ojos. La mira fijamente, la mira y se ríe.
Y una vez más se prepara para la invasión. Ya tendrán tiempo de encontrar
unos labios de recambio.
Entonces tiene la certeza de que, pese a todos los errores que ha cometido
en su vida, lo mejor que puede hacer, lo que quiere hacer en ese preciso instante para zanjar tanta
locura es arrojar las llaves por la ventana junto a su cordura.
Ya es tarde. La suerte la ha invadido y no piensa dejarla escapar fácilmente.