lunes, 18 de noviembre de 2013

Cómo beber tres botellas en tres actos



Acto I. Sidra.
(Cualquier bar de Madrid)

Sobre la mesa, a la derecha, descansa una botella beige metálica. No hay vaso, no es necesario, los tragos saben mejor así. A la izquierda hay un cuaderno cuya portada está llena de tachones. Al centro, ella.

Es un punto de inflexión en su vida. Euforia. Tristeza. Se abalanza sobre el cuaderno, sus palabras lo devoran con avidez.  Perder para ganar. Ganar para perder. Al fin y al cabo lo único que desea y consigue es crecer.

Ponedme contra todas las paredes que queráis, terminaré haciendo lo que me dé la gana.

Acto II. Ginebra.
(Habitación en penumbra. Lejos de casa)

Una botella azul vacía observa la escena desde lo alto de la estantería. Al lado de ésta, se filtra por las rendijas de la ventana abierta el olor a verano con el alba que irrumpe en los portales. Los gemidos y la respiración acelerada cortan el silencio de la calle. En el suelo, las sábanas. En la cama yacen dos cuerpos.

Se le agota el tiempo. Los segundos vuelan más rápido de lo que su boca es capaz de robarle los besos a la piel. Sus dedos, hábiles, desabrochan el último corchete. Viajan por su espalda, girando a la izquierda por su cadera, saboreando lentamente la bajada hacia su sexo. Entonces, cuando sus dedos ya se han perdido entre las piernas, ella cierra los ojos. Cree que con eso basta para que el tiempo se detenga.

Es extraña esa sensación de desear a mujeres a las que nunca querrás y de querer a mujeres a las que ya no desearás. (Marwan)


Acto III. Vino blanco.
(Pequeño local con copas. Familiar)

Hay varias botellas de vino vacías sobre el mantel marrón que cubre la mesa. El arte, el olor de los platos terminados embriaga la estancia. Las anécdotas y las charlas están a punto de regarse con cava. Se puede palpar la satisfacción del trabajo bien hecho.

Entre tanta alegría se detiene un momento a reflexionar. El tiempo va pasando sin rumbo, como siempre. Las cosas siguen cambiando. Sigue sin saber muy bien hacia dónde. Ella la mira. Le agradece con una mirada cómplice haber planeado todo aquello. Sonríe.

Una buena copa de vino es como un beso bien dado. Sabes que la primera siempre llevará a la segunda.

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