Ayer dejé nuestro futuro debajo
del asiento de tu coche. Guardé nuestros no-recuerdos dentro de la caja invisible
del tiempo, para que si algún día los necesitas te sea fácil encontrarlos, para
que si alguna vez das el salto tengas algo a dónde agarrarte.
Allí se esconden todas las cosas
que callamos y aquellas que aún no nos hemos dicho. Las veces que no esperamos
en la sala de urgencias de cualquier hospital. Las peleas que no tuvimos, las
veces que no hicimos el amor como jamás lo hemos hecho. Las canciones y los
poemas que no te escribí. Los regalos que no nos dimos. Los polvos que no
echamos en tu coche, las veces que no follamos en mi cama. El día en que no conocí
a tus padres, los domingos que no compartimos la resaca. Las llamadas que no
has hecho excusándote por llegar tarde mientras no tratamos de alargar un sábado
por la mañana. Las entradas de las películas que no vimos. Las calles y las
ciudades que no conocimos de la mano. Los lugares donde no viajamos. Las cosas que
no me has contado un día cualquiera a la vuelta del trabajo. Las veces que no
nos vimos llorar. Los ataques de risa que no tuvimos en el sofá. Los libros que no compartimos en la mesilla. Los conciertos
a los que no asistimos. Las dudas que no nos atacaron. Los desayunos que no me
llevaste a la cama. Las ganas de arrojarlo todo por la borda que no nos
invadieron. La rutina que no
compartimos.
Allí está todo bien guardado, por
si algún día cualquier casualidad hace que volvamos a chocar en tu coche. Por
si al fin entendemos que nuestro caos es aquello que nos calma. Mientras tanto
yo me marcho para quedarme, te tiendo la mano para tener las agallas de seguir
caminando. Me iré y seguiré estando a tu lado. Para cuidarme, para cuidarte y
hacerte más fuerte.
Siempre tuya.
Siempre mía.
Siempre nuestras.
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