Eres una maldita egoísta. El mundo se cae a
pedazos; la gente abarrota las calles a sabiendas en el fondo del corazón que
muchas pocas personas son las que les impiden avanzar. ¿Y tú? Ahí estás, egoísta
como siempre. En tu mundo cerrado a cal y canto, revolviéndote entre tus
problemas de mierda una y otra vez. Entre la soledad y la diferencia, lo
extraño, lo raro. La visión de los demás, tu visión de los demás. Eres una puta egoísta.
Ella se escucha, como otras tantas noches, sin
encontrar salida o solución a esa maraña. Lo único que conseguiría calmarla en
aquel momento es ese pequeño hombre de pies desnudos que acostumbra a descansar
sobre su espalda cada vez que el día acaba.
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